miércoles, 27 de abril de 2011

La diversidad sexual y de los cuerpos va a la escuela? Parte I

Juan Pablo Cuello
Delegado UEPC, miembro del Encuentro por la Diversidad

El discurso del “respeto a la diversidad”, la “no discriminación”, “la tolerancia hacia las diferentes culturas” son tópicos recurrentes en las escuelas, tanto en primaria como en media. Sin embargo lo que en principio son buenas intenciones, se vuelven lugares comunes si nosotras/os como trabajadores/as de la educación no reconocemos que hay cuerpos y orientaciones sexuales que son celebradas, mientras que otras son rechazadas por atentar supuestamente contra la “inocente niñez”[1].
Es que también en tiempos de Matrimonio Igualitario, para lesbianas, gays y transexuales la escuela puede ser un lugar de opresión despiadada; esto es así porque como institución y desde sus orígenes el sistema educativo se propuso ser el principal normalizador en la “más tierna infancia”, también en torno de las únicas sexualidades y cuerpos deseables, es decir heterosexuales.
Por ejemplo los actos de discriminación, hostigamiento y violencia, más o menos solapada hacia trabajadoras/es de la educación gays, lesbianas y travestis son moneda corriente en las instituciones escolares[2]. Lo que sustenta este maltrato es la concepción liberal de que la sexualidad es un asunto privado, relegándose al silencio y al secreto las identidades sexuales que no se ajustan a la heterosexualidad. Esto hace más inhabitable aún el ya precario ambiente escolar, convirtiéndolo en un lugar de homo/lesbo/transfobia[3] que pagamos con el cuerpo.

Tal es el caso de la docente transexual Verónica Giordano quien desde 2008, cuando ganó el concurso para ser directora del Ipem 315 de San Francisco inició con este cargo un verdadero calvario: sufrió constante acoso y acusaciones de mal desempeño por parte de un sector de la comunidad educativa y finalmente el apartamiento del cargo ordenado por el Ministro Walter Grahovac, sin más fundamento que el de “mala gestión”. Verónica también debe sufrir la transfóbia en otro ámbito (tal vez más esperable por su conocido tinte medieval), el de la Justicia de Córdoba, la cual pese a haber fallado para que pueda realizarse la operación de cambio de sexo, no implementa las medidas para que se cumpla este derecho humano básico deseado por la docente. Mención aparte merece nuestra conducción gremial, ya que la UEPC se negó a representarla frente al Ministerio y la Justicia, aunque a la hora de descontar la cuota sindical nuestros representantes sindicales no hacen discriminación alguna.
Ejemplos como este se cuentan de a decenas: el ocultamiento, el silencio, las burlas son moneda corriente; por ello son pocas las docentes o alumnos/as que se animan a salir del “armario” y contarles a sus compañeros/as que son lesbianas o gays. Es este ambiente hostil que recorre toda la pirámide escolar el que explica que son casi inexistentes en los patios y aulas las personas con identidades de género[4] distintas a las hegemónicas.
Las/os trabajadores/as de la educación solemos estar atentas/os al estado edilicio,  el salario, los horarios, el transporte, el descanso, el régimen de licencias, reformas educativas... pero no podemos hacernos los distraídos mientras nuestra labor educativa se tiñe de practicas internalizadas de una normalización que excluye y margina las diferencias. Tampoco podemos hacernos los distraídos, mientras la Educación Sexual Integral (en los pocos lugares donde se aplica) sigue reproduciendo valores que no reconocen ni celebran las diversas formas de vivir la sexualidad y de construir nuestra identidad genérica. Mientras que, por culpa de políticas públicas neo-liberales y burócratas sindicales machistas, existen vidas que merecen ser vividas y otras que solo pueden habitar los márgenes.


[1]  El mito de la pureza e inocencia esencial de la niñez convive en los moralizares con las acusaciones de criminalización y el reclamo histérico de baja de imputabilidad. Desde esta optica, una forma de preservar esta inocencia es con más policias (que mejor ejemplo de honestidad?) en las escuelas.
[2]              En lo personal tuve la suerte de contar con el apoyo de la mayoría de mis compañeras/os y directivas del Instituto José de Urquiza al momento de mi salida del armario en el ámbito escolar.
[3]              Odio, temor o desprecio hacia las orientaciones sexuales e identidades de genero no “tradicionales”
[4]            La identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo  la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de  la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales. Ver Principios de Yogyacarta, 2006.

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